Ambientado en un empobrecido suburbio de la ciudad de Brisbane (Australia), El chico que se comió el universo es la inolvidable historia de Eli, un chico de doce años (y de su sabio y mudo hermano mayor August) que está intentando averiguar qué significa ser un buen hombre a partir de las figuras paternas que tiene: el septuagenario Slim Halliday, el prisionero huido de la justicia más famoso de Australia y babysitter de los hermanos; su padrastro de gran corazón y traficante de drogas Lyle; su padre, un alcohólico abrumado por la ansiedad; y su madre a la que reverencia. También es la historia de un chico joven que se enfrenta a un enemigo real y genuinamente terrible: Tytus Broz, un empresario local del que se rumorea reutiliza partes de los cadáveres de sus enemigos asesinados en su compañía de extremidades artificiales, y además es un capo de la heroína. Su vida es una divertida y desgarradora mezcla de lo cotidiano y lo vulgar, convertido en algo fascinante por el pragmatismo y la falta de cinismo de Eli.