El hombre, un escritor que reparte meticulosamente su semana entre la ciudad y el campo (tres días y cuatro noches en Londres, y luego cuatro días y tres noches en la pequeña casa campestre, con su esposa y sus dos hijos), que esconde sus obsesiones y sus temores, que odia la monotonía en que ha caido su vida, siente que todo se viene abajo la noche en que uno de sus hijos se atreve a plantearle una dura crítica a uno de sus libros. Hasta entonces, tanto en la casa como en el pueblo, había imperado un pacto: no hablar de sus escritos, no recordarle un pasado glorioso como narrador y menos criticar lo que los estudiosos ya habían consagrado a su debido tiempo. El hombre siente que algo anda mal. Lo curioso es que este hombre también es poeta, pero a escondidas. Sólo escribe esas páginas líricas cuando esta en el campo y el enfrentamiento con el hijo le altera el orden doméstico que llevaba. Durante dos largos años, intenta recuperar su tranquilidad y, con seudonimo, pública un libro de poemas. Lo mismo que con sus narraciones, los críticos exageran ahora en sus comentarios. De nuevo queda consagrado y, misteriosamente, nadie asocia estos trabajos con los anteriores. Entonces, un sábado de primavera le pide a otro viajero que baje la ventanilla del vagón del tren y, cuando llegan a la estación, lo encuentran muerto. Dicen que sus últimas palabras fueron `Let me go` (Dejenme ir). Otros dicen que `Get me God` (Tráiganme a Dios). Cuando la esposa inspecciona las cosas que el difunto dejo en la oficina de Londres y conoce a la secretaria, descubre que ésta se acostaba con el marido, que ambas se atraen mutuamente y se hacen amantes. Entonces, a la casita de Mallorca donde viven juntas, llega un universitario que prepara una tesis sobre la obra del marido y amante. El joven tiene una pregunta clave para su investigación: ¿De qué color eran los ojos del escritor? ¿Eran iguales a los ojos descritos en un poema?
El hombre, un escritor que reparte meticulosamente su semana entre la ciudad y el campo (tres días y cuatro noches en Londres, y luego cuatro días y tres noches en la pequeña casa campestre, con su esposa y sus dos hijos), que esconde sus obsesiones y sus temores, que odia la monotonía en que ha caido su vida, siente que todo se viene abajo la noche en que uno de sus hijos se atreve a plantearle una dura crítica a uno de sus libros. Hasta entonces, tanto en la casa como en el pueblo, había imperado un pacto: no hablar de sus escritos, no recordarle un pasado glorioso como narrador y menos criticar lo que los estudiosos ya habían consagrado a su debido tiempo. El hombre siente que algo anda mal. Lo curioso es que este hombre también es poeta, pero a escondidas. Sólo escribe esas páginas líricas cuando esta en el campo y el enfrentamiento con el hijo le altera el orden doméstico que llevaba. Durante dos largos años, intenta recuperar su tranquilidad y, con seudonimo, pública un libro de poemas. Lo mismo que con sus narraciones, los críticos exageran ahora en sus comentarios. De nuevo queda consagrado y, misteriosamente, nadie asocia estos trabajos con los anteriores. Entonces, un sábado de primavera le pide a otro viajero que baje la ventanilla del vagón del tren y, cuando llegan a la estación, lo encuentran muerto. Dicen que sus últimas palabras fueron `Let me go` (Dejenme ir). Otros dicen que `Get me God` (Tráiganme a Dios). Cuando la esposa inspecciona las cosas que el difunto dejo en la oficina de Londres y conoce a la secretaria, descubre que ésta se acostaba con el marido, que ambas se atraen mutuamente y se hacen amantes. Entonces, a la casita de Mallorca donde viven juntas, llega un universitario que prepara una tesis sobre la obra del marido y amante. El joven tiene una pregunta clave para su investigación: ¿De qué color eran los ojos del escritor? ¿Eran iguales a los ojos descritos en un poema?