«—¡Salve, rey y reina de Logres! —les saludó Merlín—. Vuestros asientos os esperan, así como a otros ciento cincuenta caballeros: los caballeros de la Tabla Redonda. Sobre cada silla encontraréis en letras de oro el nombre del caballero a quien corresponde. Y cuando un caballero caiga en batalla o muera, y arméis un nuevo caballero para que le sustituya, el nombre de este último aparecerá en el respaldo, y el del caído desaparecerá de él. Mas que nadie tema, que los nombres de los caballeros de la Tabla Redonda vivirán para siempre».