En el cierre de su novela Cornelia, Florencia Etcheves deja flotando la ilusión de que la protagonista ya no es una amenaza. Sin embargo, en La Sirena, hay quienes sienten lo contrario. No basta con que Cornelia Villalba porte una nueva identidad y goce de una mejor vida en el pueblito español en el que se ha refugiado, ni que trabaje en una panadería de Besalú horneando y decorando torteles. Hay alguien que aún padece por ella. Y no se trata de una cobarde sensación de amenaza. Cornelia, la Sirena, es una espina clavada en el cuerpo, que pide a gritos un castigo.