En la tarde del 12 de julio de 2010, un soldado estaba de guardia en la puerta del cuartel después de haber pasado una noche de festejos por la consecución del Mundial de fútbol. Este héroe anónimo ya había participado en varias misiones en Afganistán y ahora sueña con el futuro mientras se aferra a su fusil de asalto. Sin embargo, sin saberlo, se acerca alguien por la calle dispuesto a matarlo.
Este es el comienzo de la historia que se relata en “La vida por un instante”. Es un relato que narra los pocos minutos en la vida de dos personas: el soldado y su asesino. Es también un alegato contra la intolerancia, una llamada contra el fanatismo y la crueldad.
La historia es breve pero intensa, y se centra en el momento en que la víctima y su verdugo se encuentran cara a cara. Este instante es decisivo, pues implica el final de la vida del soldado, pero también el principio de las consecuencias para su asesino.
Este relato es, en realidad, un homenaje a todos aquellos que han perdido la vida a manos de la intolerancia y el fanatismo. Es un recordatorio de que la vida es frágil y que un solo instante puede ser determinante para la existencia de una persona.
El autor de esta historia es desconocido, pero su mensaje es universal. La intolerancia y el fanatismo son males que afectan a todas las culturas y sociedades. Este relato nos recuerda que debemos luchar contra ellos y que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de promover la paz y el respeto hacia los demás.
“La vida por un instante” es una historia que debe ser leída y compartida. Es un llamado a la reflexión y a la acción, para que cada uno de nosotros pueda hacer su parte en la construcción de un mundo más tolerante y justo.