La vida cotidiana de la clase obrera está marcada por la constante necesidad de remendar y reparar. Los rotos no solo son las personas pertenecientes a esta clase social, sino también los daños y fracturas que se producen en su difícil existencia. Zurcir, remendar y reconstruir forman parte del día a día de quienes viven en condiciones precarias. En definitiva, la clase trabajadora es un continuo proceso de fractura y reconstrucción, sin nada estable ni irrompible.
Las grietas en el tejido social son algo a lo que han aprendido a habituarse, sin que esta sensación de fragilidad llegue a demoler su confianza. El zurcido es una forma artesanal de paliar el desgaste producido por el paso del tiempo en la existencia de la clase trabajadora. Porque la urdimbre visible es una muestra más de la humildad que caracteriza su día a día.
Este artículo pretende analizar de forma personal, íntima y subjetiva cómo el origen social influye en la vida de la clase trabajadora.