Agda Melev supo que había firmado su sentencia de muerte en el mismo instante en que huyó de Budapest; nadie traicionaba a los arcontes y vivía para contarlo. Echando mano de su ingenio, consiguió llegar a Praga y esquivar durante algún tiempo al cazador que la Corte Arconte había enviado tras ella, pero su suerte estaba a punto de cambiar, pues un nuevo jugador acababa de entrar en escena y parecía estar dispuesto a matarla.