Envié, por error, una foto semidesnuda al número equivocado; por suerte para mí, el tipo al otro lado de la pantalla no es un total imbécil. Él, es un provocador; su voz suave y ronca, con un ligero acento extranjero, me conduce al pecado. El día después de lo que yo llamo ‘un pequeño desliz sextual’, conocí a alguien más. Es alto, parece esculpido por los mismos dioses, con unos ojos miel y piel morena, abundante pelo castaño y una boca tentadora; mi padre lo ha contratado como mi guardaespaldas, ser su jefa no es realmente el problema, no. El problema es que cuando abre la boca, yo quiero besarlo o abofetearlo, por atrevido y sinvergüenza. De un día para otro, tengo a dos hombres dispuestos a complacerme a su propia manera. Ninguno sabe de la existencia del otro, o eso pensé.