Tamara Pavlovna, una anciana, rescata a la pequeña Lastotchka de un orfanato. Se podría pensar que es un acto de piedad, pero en realidad, esconde una triste realidad. Lastotchka ha sido comprada como esclava y explotada, recolectando botellas por las calles durante casi una década. La niña aprende a sobrevivir robando y mendigando, rechazando las solicitudes de hombres insistentes, en medio de un ambiente lleno de violencia y miseria.
Basada en la propia historia familiar de la autora, “El jardín de vidrio” es el resultado de un ejercicio de exorcismo doméstico, una carta imaginada por una niña hacia sus padres desconocidos. En ella se muestra el dolor causado por el abandono, el desamor y la ausencia de ternura y emoción, como heridas que quizás nunca lleguen a cicatrizar del todo.
Tatiana Tîbuleac, en su segunda novela, nos presenta una tragedia tan cruel como compasiva, donde la falta de piedad del mejor Dickens y la escritura caleidoscópica de Agota Kristoff se unen para revelar aquello que nos depara el destino y su belleza.