—Viajo a Londres y descanso allí dos días —dijo—. Me gustaría hablar antes contigo. Contarte el porqué, el cuándo y el cómo…
—¿Y qué resultado obtendremos, Mel? Estás casado, eres padre… Los motivos, el cuándo, y por qué se convierten todos ellos en una resolución que está ahí, que es una evidencia…
—Salvable.
Según se mirase.
De momento ni el sentimiento era capaz de borrar de su mente aquella situación evidenciada por una realidad que al contrario de Mel, consideraba insalvable.
—Debo reflexionar —dijo sin reproches—. Subconscientemente tal vez lo esperaba, pero conscientemente lo rechazaba sin remedio. ¿Comprendes Mel?
—Te digo que no soy feliz. Que Laura y yo somos dos personas que no tienen nada en común.
—Una hija.
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