Dos almas inquietas, dos seres aparentemente imperfectos: la amistad entre Susanna Tamaro y el joven poeta Pierluigi Cappello se construyó sobre una pasión común por la naturaleza y la poesía y se convirtió en su refugio. «Los años de nuestra amistad fueron para mí años de una gran libertad. La libertad de ser como somos», escribe Tamaro, apuntando así a uno de los grandes males de nuestro tiempo: la incapacidad de aceptar al diferente.