Daniel sabe que no debe enamorarse de Luscinda O’ Malley, viuda del hijo de los amos de Mathair, pero el corazón no entiende de esclavitud, ni de razas. Dispuesto a renunciar a sus sentimientos, se refugia en la elaboración, a escondidas, de toda la repostería de la plantación algodonera, con la esperanza de ser algún día un hombre libre y poder regentar su propio obrador. Sin embargo, no ha contado con la determinación de Luscinda, criada en las ideas progresistas del norte del país.