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Sinopsis de "Arde ya la yedra" La novela "Arde ya la yedra" de Gonzalo Hidalgo Bayal se presenta como una obra singular tanto en su contenido como en su forma. El narrador y protagonista de la historia es un joven... Leer más

Sinopsis de “Arde ya la yedra”

La novela “Arde ya la yedra” de Gonzalo Hidalgo Bayal se presenta como una obra singular tanto en su contenido como en su forma. El narrador y protagonista de la historia es un joven escritor que atraviesa una etapa de desánimo personal y profesional. Después de terminar una relación sentimental y encontrarse en una serie de trabajos que no despiertan su interés, parece moverse en una especie de letargo vital. No obstante, su pasión por la escritura y los desafíos inherentes al dominio del lenguaje le ofrecen un resquicio de entusiasmo.

Inspirado por la convocatoria de un premio literario, el joven decide que es el momento de escribir una novela. Sin embargo, las lecturas recientes no le aportan el estímulo necesario, así que acude a su fascinación por los juegos de palabras y el lenguaje como fuente creativa. Durante las tardes de un sofocante verano, el joven se refugia a la orilla de un río, donde encuentra un espacio propicio para la contemplación y la reflexión. Será aquí donde un evento aparentemente trivial captará su atención y avivará su imaginación: un grupo de chicas se reúne cada día para bañarse en el río.

Este elemento cotidiano se convierte en una musa inesperada para el escritor, estableciendo una atmósfera de inspiración que penetra la narrativa de la novela. Además, “Arde ya la yedra” adquiere una dimensión lúdica notable al estar trufada de palíndromos, evidenciando la intención del autor de jugar con las palabras y el significado, incluso en el título del libro, que es en sí mismo un palíndromo.

Resumen de “Arde ya la yedra”

En “Arde ya la yedra”, la narrativa toma al lector por un camino introspectivo a través de las experiencias de un escritor joven y ansioso por encontrar su camino en el mundo de la literatura. El relato inicia con el periodo posterior a una ruptura amorosa, un momento caracterizado por la desgana y la falta de propósito en la vida del protagonista. Este joven se halla a la deriva, divagando entre trabajos sin sentido y un vacío creativo que parece consumir sus días.

No obstante, un atisbo de esperanza surge con la oportunidad de participar en un concurso literario. La perspectiva de ganar un premio injerta un renovado entusiasmo en su desmotivada existencia. Este posible reconocimiento se erige como el objetivo que podría justificar su dedicación al arte de las palabras y, en cierto modo, validar su existencia como escritor. Con la convicción de que su talento y su pasión por los juegos lingüísticos lo guiarán, se embarca en la tarea de escribir su novela.

El ambiente estival del relato permite adentrarse en la atmósfera en la que el protagonista encuentra su inspiración. Las tardes calurosas se convierten en el escenario de su ritual diario: pasear hasta la ribera del río y sumergirse en el lento pasar del tiempo, una libertad que contrasta con la rigidez de su situación anterior. Es precisamente en estos momentos de ocio y observación donde el joven escritor descubre una fuente inusitada de inspiración: un grupo de chicas que acuden al río para refrescarse y nadar. La espontaneidad y frescura de estas escenas acuáticas proporcionan el impulso para que la trama de su novela comience a tomar forma, mezclando realidad y ficción en un ejercicio creativo marcado por la observación.

Además de seguir la evolución de su proceso creativo, “Arde ya la yedra” también juega extensamente con la estructura lingüística. El propio título anuncia este juego de ingenio, ya que es un palíndromo que puede leerse igual de adelante hacia atrás y viceversa. Bayal se sumerge en las posibilidades del lenguaje, retando al lector a percibir la narrativa no solo como una historia, sino como un pasatiempo intelectual que reflexiona sobre la esencia misma de las palabras y sus múltiples interpretaciones.

Opinión personal sobre “Arde ya la yedra”

“Arde ya la yedra” es una novela que se destaca por su originalidad y su ingeniosidad. Gonzalo Hidalgo Bayal crea una narrativa que es tanto una historia de autodescubrimiento como un ejercicio de estilo literario. El protagonista de la novela, cuyo nombre nunca llegamos a conocer, se convierte en un reflejo de cualquier joven que se enfrenta a la crisis de identidad y propósito que a menudo sigue al fin de una relación significativa. A través de su viaje personal y creativo, Bayal lleva al leitor a través de una exploración de la soledad, el desamor, pero también de la resiliencia y la transformación.

El estilo de escritura de Bayal puede describirse como meticuloso y reflexivo, prestando una atención casi obsessiva al detalle lingüístico, lo que sin duda resulta un reflejo de la personalidad del protagonista y sus tendencias introspectivas. El autor logra crear un protagonista verosímil cuyas frustraciones y alegrías se sienten auténticas y evocadoras. Su travesía, desde la apatía hasta la inspiración, desde el desgano hasta la concepción de su novela, es una que puede resonar con aquellos que han enfrentado la página en blanco, ya sea literal o metafóricamente.

La inclusión de palíndromos es una faceta encantadora del libro, un detalle que añade a su singularidad y sirve como una metáfora de la búsqueda del protagonista por orden y significado en su caótica realidad. El juego que Bayal establece entre el lector y la narrativa a través de los palíndromos contribuye a la construcción de una experiencia literaria más profunda y entretenida. Es claramente un guiño a los amantes del lenguaje y un desafío abierto a comprometerse con la narrativa a un nivel más interactivo.

Por otra parte, la percepción de las mujeres como musas podría ser contemplada por algunos como un clisé, pero es importante considerar que este mecanismo literario tiene una función significativa en la historia. Es más que una simple reproducción de una imagen tradicional; sirve como un catalizador para el despertar creativo del protagonista. La observación de las bañistas se convierte en una metáfora de la observación del mundo, del encuentro entre la observación minuciosa y la imaginación desenfrenada. Este vaivén entre realidad y ficción se convierte en el corazón pulsante de la narrativa de Bayal.

Finalmente, “Arde ya la yedra” es un ejercicio en literatura que desafía las convenciones, no sólo en términos de estructura sino también en cómo se relaciona el lector con el texto. Gonzalo Hidalgo Bayal lleva a cabo una obra que es inquisitiva e inquietante, una novela que tanto entretiene como hace reflexionar. Los aficionados a los juegos de palabras, las estructuras complejas y la literatura que examina el proceso creativo encontrarán una lectura absorbente. Por estos motivos y más, “Arde ya la yedra” se destaca como un logro narrativo capaz de encender la imaginación y, al mismo tiempo, un homenaje al poder sustancial y estético del lenguaje.


Raquel es licenciada en Periodismo en la UCM. Desde pequeña, ha sido una ávida lectora y siempre ha disfrutado de sumergirse en mundos imaginarios a través de las páginas de un libro. Además, le encanta explorar nuevos lugares y culturas, y ha tenido la oportunidad de viajar a varios países en diferentes continentes. Actualmente, trabaja como redactora web y sigue descubriendo nuevos libros y lugares fascinantes.