Este libro no trata sobre libros. Trata sobre alguien que, a punto de cumplir cuarenta años, sufre, por primera vez en su vida, una monumental crisis de identidad que implica también una paralizante crisis vocacional. Incluso su relación con los libros, que tan necesarios habían sido siempre para él, se hace ambigua y hasta amarga. Durante esos extraños meses, el protagonista de esta novela sólo obtiene un consuelo inesperado en los encuentros que, primero por trabajo y después por casualidad, tiene con un hombre enigmático con el que establece una curiosa y asimétrica relación intelectual, y que despierta en el personaje el deseo de dedicarse a ordenar o completar bibliotecas ajenas, ocupación en la que, a su vez, irá relacionándose con los seres más estrafalarios, un verdadero catálogo de desórdenes psiquiátricos producidos principalmente por la propia literatura, e incluso por ese mismo libro que estamos leyendo, que a su vez deriva en una cavilación deliberadamente errática, en busca de los asuntos esenciales.