Tras haber sufrido la dolorosa pérdida del ser más importante de su vida, Tyler Russell tomó la decisión de hacer un radical cambio en su existencia, dejando atrás los glaciares de Montana para aventurarse en la ciudad cuna de importantes personajes ilustres del país e instalarse en la casita del farero, sobre las rocas y rodeada de las sosegadas aguas del río Providence.
Su nuevo trabajo no era a lo que estaba acostumbrado pues la calma y la monotonía de éste lo aburría, pero no estaba ahí para gozar sino para redimir sus fallos, en especial, el error que había cometido en el pasado y lo atormentada día y noche. Tyler les había jodido la vida a varias personas y tal vez su conciencia le había pasado factura, era consciente de la existencia del karma y sabía que, tarde o temprano tendría que rendir cuentas por sus acciones y que mejor lugar para hacerlo que un sitio cercano a la providencia.
Cuando una serie de accidentes contra ella, Ayla Walsh se vio en la necesidad de buscar a alguien que no le importara marcharse las manos, por eso y porque sentía el peso de la vida de su progenitor sobre sus hombros, decidió a hacer hasta lo imposible por evitar que un suceso de ésa magnitud volviera a repetirse, por esa razón acudió a uno de los tipos que sabía era la única persona que protegería a su progenitor de todo daño: un mercenario.
Tyler era mortífero y eficaz, podía manejar cualquier situación y salir bien librado. Sin embargo, nada más fijar su mirada en los grandes y oscuros ojos de Ayla supo que aquél no iba a ser cualquier trabajo que antes hubiese realizado.
Aquella podía ser su última misión.