Corren los años sesenta, y Mildred tiene veintisiete años y cinco hijos. Comenzó pronto, muy pronto, a los diecisiete años, cuando tuvo a Freda, la primera y luego, a veces a su pesar, llegaron los otros. Pero Mildred Peacok no se arrepiente de nada. Ama a sus hijos, ama los placeres de la vida, aunque ésta a veces se empeña en hacérselos pagar demasiado caro, y en una época hasta amaba a Crook, el padre de su numerosa familia. Era guapo, y cuando estaba sobrio, un buen amante.
Pero ahora, Mildred comienza a estar harta de su marido. Demasiados años de peleas, demasiado alcohol, demasiadas infidelidades. Los tiempos están cambiando, y ella también. Y un buen día, tras unas cuantas de esas gotas que colman el vaso, decide cortar por lo sano, despachar a Crook con armas y bagajes a casa de la Otra -que en este caso se llama Ernestine y también tiene una hija del fértil Crook-, y recuperar su libertad.
Porque Mildred sólo tiene veintisiete años, y aún le queda mucha vida por vivir…