Una novela romántica que nos demuestra que el amor es como el pelo, que de vez en cuando hay que recortarlo para sanearlo, aunque en ocasiones haya que aplicar la tijera a bastante más que a las puntas.«Yo era una mujer feliz. Y lo había sido siempre. Es más, ni siquiera estaba a disgusto con mi pelo—lamido por una vaca—, como le suele pasar al resto de la humanidad, al menos a la femenina. Además,tenía un buen trabajo—escaparatista de tiendas de lujo—, un buen sueldo y buenos amigos. Es decir, que yo me sentía a gusto con mi persona y con mi vida, siempre convencida de que los días son más que horas; también son la sonrisa de un desconocido que te pone a ti otra en el alma—hasta en el lunes más aciago—o un viaje inespera…