Lily Roberts no ha tenido una vida fácil, pero desde que el borracho de su padre murió, puede decir, al menos, que no tiene quien la maltrate. Y eso ya es mucho para ella. Además, el negocio que puso en marcha a su muerte ha ido viento en popa y, de ser considerado algo estrafalario, se ha convertido en un negocio muy lucrativo que le permite vivir muy bien sin depender de nadie.
Aunque no deja de ser una ironía que su ocupación: poner en contacto a jóvenes de la nobleza y acordar matrimonios, sea lo que menos le interesa y le ha interesado nunca a ella. Porque si hay algo que tiene claro en esta vida es que para lo único que le interesan los hombres es para que le paguen por sus servicios de casamentera. El resto del tiempo los quiere bien lejos de ella.